Neoliberalismo – El pensamiento único (Parte 1, antecedentes)
En un artículo anterior, se ha explicado cómo comprende el neoliberalismo la cuestión educativa y se han revisado brevemente algunos ejemplos de su praxis en nuestro país, España. En este escrito, en cambio, nos centraremos en una cuestión más abstracta, que tiene que ver con el pensamiento, la mentalidad del ser humano que habita un país capitalista imbuido en la dinámica neoliberal. Para ello, se ha dividido este capítulo en tres epígrafes. El primero tiene que ver con los antecedentes, con la procedencia de este pensamiento, sus características, y cómo es introducido en una sociedad dada; el segundo se centrará en la asimilación del mismo; y el tercero y último en su posterior retroalimentación. Aunque estos conceptos parezcan aún más abstractos, se verá cómo adquieren mayor solidez con los ejemplos que la historia nos ha dejado, en diferentes países, con antecedentes históricos, y con procesos sociales y personalidades de procedencias y significados distintos.
Si se dejase a un lado toda la parafernalia de conceptos que día a día nos invaden a través de los medios de comunicación −incluyendo éste, internet− y nos apartáramos de ellos, como quien está admirando un cuadro, un neoliberal vería a nuestro alrededor algo así: “En una sociedad dada, donde el Estado se gasta casi el 50% del PIB, controla sectores como la sanidad y la educación, e incluso subvenciona al que no tiene trabajo, hay gran parte de la población que vive sólo de la redistribución del dinero. Son personas que no producen bienes en un mercado libre, reciben dinero del Estado, un dinero que previamente confiscó de los contribuyentes”. En muchas mesas, en días festivos, donde se junta toda la familia, no es complicado encontrar afirmaciones de este tipo, pero… ¿Qué se puede dilucidar de esta apreciación? Pues que existen un montón de personas viviendo como parásitos, a expensas de otros individuos. Para un neoliberal, la sociedad puede dividirse en dos partes bien diferenciadas: los que producen y los que viven de los productores. Esos supuestos parásitos viven gracias a la coerción estatal, que organiza, administra y vigila esa redistribución. Esto es muy importante porque se fija un enemigo, el Estado. Un Estado que transfiere la riqueza de un grupo a otro. Y si se quiere promover la libertad y la responsabilidad individuales (propias de sus tesis), el neoliberal no puede aceptar tal grado de dependencia en la población.
A lo largo de este artículo veremos cómo éste y otros juicios acceden a la mente de los que están a nuestro alrededor.
Los antecedentes, la escuela pública.
En un libro que se recomienda encarecidamente a los lectores, Breve historia del neoliberalismo, su autor, David Harvey, señalaba que a los neoliberales les interesaba el Estado en la medida en que éste funcionaba como primera espada. Esto es, el Estado se encargaba de crear el mercado (entendido como la tierra, el agua, la educación, la atención sanitaria, la seguridad social o la contaminación medioambiental). Es la acción estatal, por ejemplo, la que consiguió desarrollar, entre otras cosas, el Estado de Bienestar en España tras la Dictadura franquista, y añade Harvey tras esa apreciación: “(…) Pero el Estado no puede aventurarse más allá de lo que prescriban esas tareas (…) porque éste no puede anticiparse a las señales del mercado (los precios) y porque es inevitable que poderosos grupos de interés distorsionen y condicionen estas intervenciones estatales en su propio beneficio”(págs. 8 y 9). La escuela pública, como parte de ese Estado del Bienestar, jugaría un papel muy especial.
Para comenzar, la idea de la educación pública nació del advenimiento de la Revolución Francesa y de los estados naciones, en pleno siglo XVIII, y nació como un espacio público y democrático que debía informar de lo que sucedía en el mundo y habilitar a la gente a pensar, reflexionar y conversar en los planteamientos políticos. Existían dos instituciones que tenían como fin convertir a la gente en ciudadana: la educación y los medios de comunicación, de los que se hablará después en la retroalimentación del pensamiento.
En cuanto a la educación, una de sus misiones, desde el principio, aunque no realizada adecuadamente, fue la de formar a los ciudadanos, habilitarlos para, como se dijo antes, participar en debates políticos, más allá de sus intereses particulares. Aquí reside lo importante de la educación, no se forma uno de forma egoísta, sino desde el punto de vista del bien común, de la colectividad. Sin embargo, con el neoliberalismo se ha comprobado que las instituciones dominantes tenían otros planes para los alumnos. Comenzaron a percatarse de que la educación era fundamental. Del parvulario a la universidad, varía según los países que se estudien, dependiendo de la historia de sus sistemas y de su evolución, no es difícil ver cómo han penetrado masivamente las corporaciones privadas en la educación. Entre los motivos se encuentran, en primer lugar, la rentabilidad. Ya no sólo económica, que es muy aprovechable y ya la hemos repasado en el artículo anterior, sino la que tiene que ver con el cerebro de los niños. Educar es apropiarse de los cerebros ajenos. Entonces, cuando las empresas se introducen en la educación, buscan, esencialmente, apropiarse del cerebro de los niños. Esto es muy peligroso, y lo estamos viviendo, lo hemos vivido. En este proceso, la educación se desvía de la ciudadanía, del bien común, hacia los intereses de las empresas privadas. De este modo, no es lo mismo pensar desde el bien común que desde el punto de vista que ofrece tal empresa. Entre lo que se pierde, si se enumera, sería: la preparación para la vida cívica, la apertura al mundo, del puro placer y del entendimiento del saber, para orientarse al avasallamiento del mercado. La preparación de los sujetos educados para funciones económicas: administración, gestión, mano de obra, y mil conceptos de sobra conocidos. Así, la educación se comprenderá como la preparación para la vida mercantil, del empleo.
Hay numerosos ejemplos a este respecto, que tienen que ver con la introducción de la doctrina neoliberal. Ya hay empresas en EEUU y Canadá que actúan sobre su país, o sobre países del tercer mundo, en la aplicación de esa doctrina sobre ese público forzoso que son los niños. Los procedimientos son sencillos, algunas de esas empresas, como puede ser la estadounidense ChannelOne, se dedican a enviar a países en desarrollo material escolar para la educación, desde pizarras a ordenadores, pasando por libretas, libros de texto, bolígrafos, etc. ¿Y qué reciben a cambio de esa ayuda altruista? La posibilidad de exponer, durante diez o veinte minutos, vídeos donde muestran sus programas pedagógicos, que explican la actualidad. Se pueden alcanzar situaciones histriónicas, donde empresas que se dedican, por ejemplo, a la deforestación más masiva, expongan las razones por las que se debe cuidar el medioambiente, o que nos enseñe cómo comer mejor una gran cadena de comida rápida. Éstas son, a grandes rasgos, algunas de las consecuencias que podríamos vivir de darse definitivamente el asalto neoliberal sobre la educación.
Autor: C. Zeigarnik
Parte II: La asimilación de una doctrina, la doctrina única
Parte III: La retroalimentación: propaganda y adoctrinamiento
Parte II: La asimilación de una doctrina, la doctrina única
Parte III: La retroalimentación: propaganda y adoctrinamiento
Publicado en Nueva Revolución 29/12/2015 bajo licencia CC 4.0

