El país Churromediamangamangoteromeadivinasloquetengoenelpuchero y el reparto de las naranjas

Antonio Peralta - El país Churromediamangamangoteromeadivinasloquetengoenelpuchero era un país sin reino, o un reino sin país, o un estado sin nación, o una nación sin estado que dependía, como lo que fuere, de un estado con reino y todo lo demás, de otro país más grande, productor de naranjas. Cada año, este gran país repartía a la periferia, por medio de sus virreyes, 10 naranjas para alimentar a su población. Este pequeño país se alimentaba de naranjas, al igual que el Gran País, y aunque las producía en número suficiente para alimentar a su población, las exigencias históricas y las servidumbres del virreinato imponían una cifra redonda cada año: 10 naranjas para el pequeño país, por gentileza del Gran País. Este número redondo de naranjas se repartía de manera equitativa, a la manera absolutista y tradicional del reparto social: 9 naranjas para los administradores del pequeño país y 1 naranja para el pueblo soberano del país.

Nuevas ideas calaron en el imaginario colectivo del pequeño país, ideas de transformación de lo escaso de su naranja singular, comparaciones odiosas con otros pequeños y grandes países consumidores de naranjas, celos de naranjas, pasiones de naranjas, agravios históricos en el reparto de naranjas y todo lo demás relacionado con las naranjas y su desigual reparto. Quedó claro el asunto: faltaban naranjas. Las clases subalternas no entendían demasiado de la patrimonialización de las naranjas, ni de las cláusulas relativas a las naranjas, ni de la fiscalidad de las naranjas -por eso eran clases subalternas,, pero por fin despertó de su letargo secular y salió a la calle, ilusionado, a pedir más naranjas. Dejó de ser clase subalterna y se convirtió, por clamor popular, en clase protagonista de la historia relativa a la demanda de naranjas.
Grandes citas y elocuentes discursos sobre lo injusto de la situación se publicaron en la prensa del pequeño país, al albur de las naranjas, el desequilibrio naranjil y la absoluta falta de equidad, por parte del Gran País, en el negocio de las naranjas. Estaba clara una cosa: las naranjas se repartían de manera inequitativa y no recíproca, puesto que el pequeño país también las producía en número suficiente y las aportaba, mediante leyes antiguas que nadie había firmado ni sancionado, al granero común de las naranjas en el que se integraban los pequeños países que formaban el Gran País. El pueblo soberano dijo basta a la zafiedad y a la injusticia del Gran País, y junto a las élites valientes del pequeño país, que se repartían las 9 naranjas, salió a la calle. Se entonaron himnos, se recuperaron tradiciones, se engalanaron las calles -ahora de las clases subalternas- y se cantaron canciones con las manos enlazadas que hablaban, a partes iguales, de lo chungo que era el Gran País y de lo resultón que resultaría el pequeño país con su ración merecida de naranjas.

Se amilanó el Gran País, porque no deseaba perder a uno de sus proveedores de naranjas, y porque el pueblo del pequeño país se comportó como un pueblo valiente en sus demandas y exigencias históricas y hasta protohistóricas, encabezado por sus virreyes y por su clase dirigente que se merendaba, a pesar de lo exiguo de su número, el noventa por ciento de las naranjas del pequeño país.

La paz social exigió doblar, a pesar de las quejas de la clase dirigente y patriótica del Gran País, el número de naranjas destinado a satisfacer las demandas del pequeño país. Tal aumento de naranjas obligó a doblar el número de funcionarios destinados a repartir las 20 naranjas, y se fundaron juzgados para dirimir el reparto de naranjas, se emitieron edictos al respecto, se bautizaron calles con la fecha de los logros y sus mártires de las justas reivindicaciones naranjiles, se fundaron nuevos ministerios, prebendas y servidumbres que absorvieron 19 de las 20 naranjas. Pero el pueblo había triunfado: había conseguido doblegar al Gran País.

Antonio Peralta es Secretario General de Podemos Calella.

Deja un comentario...